¿Alguien se ha preguntado alguna vez por qué tenemos los políticos que tenemos si es público y notorio que en la sociedad hay mucha gente que haría 10 veces mejor su trabajo? ¿O por qué muchos de los políticos de primera línea ni siquiera tienen título universitario (que no es cura de la ignorancia pero ayuda)? ¿O por qué su conocimiento de idiomas es tan escaso?
Pues porque en general la gente con sueldos superiores al privado que se dedica a la política no obtiene ningún beneficio económico, más bien al contrario: Desprestigio público, rumores, mala imagen, pierde transversalidad, etc. Si miramos los datos, veremos que los consejeros ejecutivos de las empresas del Íbex cobran de media 1 millón de euros, mientras que los ministros y el presidente del gobierno 68.981,00€ y 78.185,00€ anuales respectivamente. Un consejero de una empresa, que puede influir sobre un capital (el de la empresa) que es muy menor que el presupuesto del Estado, cobra 12,8 veces más que un presidente. Poner alguien sin ningún conocimiento sobre ninguna materia ni ningún bagaje cultural, lingüístico o económico al frente de una institución como el Gobierno del Estado, que gestiona 236.000.000.000€, es una auténtica temeridad.
Nos llenamos la boca que los políticos no tienen que vivir de la política y que no tienen que tener salarios altos sin saber el que esta afirmación comporta. Muy probablemente lo hacemos movidos por la envidia y porque nos cuesta de digerir que alguien sea más habilidoso que nosotros para poder cobrar sueldos más altos. Este comportamiento corto de miras provoca que la gente válida se vaya al sector privado y los ineptos conquisten el público. La política es vista por esta gente (los ineptos) como un buen negocio porque haciendo de “políticos” pueden tener mucho mejor salario del que tendrían al sector privado.
Multiplicar por 8 el sueldo a los cargos de gobierno de más responsabilidad (ministras, presidentes, etc) podría ser el primer paso para conseguir una casta política que esté a la altura de la importancia de las instituciones que presiden o cuanto menos eliminar el coste de oportunidad de la gente con salarios superiores. El coste de la mala imagen que esta gente tendría no se evitaría, pero se vería compensado por el patriotismo y la voluntad de servir a la sociedad que esta gente muy probablemente tiene.
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